Ante un gran marco en el Estadio de Australia, Dinamarca arribaba a este duelo con una ventaja en los enfrentamientos directos (tres victorias contra una de de las coanfitrionas mundialistas y dos empates). También, es cierto que el equipo que dirige Tony Gustavsson llegaba de golear por 4-0 a Canadá en su tercer partido de la fase de grupos, la mayor victoria histórica de Australia en un partido de la Copa Mundial femenina de la FIFA.
A los 29 minutos, un contragolpe a toda velocidad de Caitlin Foord le sirvió a para meterse al área y definir con un zurdazo ante la salida de la portera Lene Christensen. Una gran anotación de las Matildas, fieles a su estilo y a sus formas del juego directo. Con espacios, Australia exhibió sus virtudes para capitalizarlos.
Con una posesión de balón repartida, en el primer tiempo el partido resultó parejo y se rompió gracias a la excelente resolución de Foord en Sídney.
La tónica no se modificó en la segunda parte: el juego era trabado y luchado. Por momentos, la capacidad de recuperación de la pelota de ambos equipos era un punto de partida sin llegada a alguna parte. Era tomar el balón y perderlo enseguida. No había una sucesión de pases ni combinaciones precisas. Australia apuntaba de contraataque, una de sus mejores herramientas.
Pero las Matildas tenían otros planes y fueron por más. A los 25 minutos, Hayley Raso venció la resistencia de Christensen. Una gran llegada al área de las locales, con toques y gestación. Movimientos electrizantes. Con Mary Fowler dando un paso hacia adelante en la construcción.
Bajo un marco de 75.784 espectadores (igual que en el duelo inicial ante Irlanda), los simpatizantes deliraron con el ingreso de la figura: Sam Kerr, capitana y máxima goleadora histórica de su país, hizo su presentación en la Copa del Mundo. Entró a falta de 10 minutos y le regaló una gran sonrisa a su gente. Una noche ideal para los australianos.
